martes, 7 de octubre de 2008

Práctica habitual / Safrika

Te estás machacando tontamente. En la esquina no hay nadie más, y no deja de ser una ventaja que él no pueda comentarlo con otros. Hay que pensar en positivo. Qué ridícula pareces con todas esas llaves en la mano, sin encontrar la que abre el pitón de la moto. Y él ahí, en la puerta de la tienda mirándote con media sonrisa. Mirándote como quien ve cagar un pájaro y se maravilla de la naturaleza y sus misterios. Empiezas a ponerte roja. Seguro que hay venas capilares que hasta hoy pasaban desapercibidas pero están viniendo para que parezcas aún más patética. Y él sigue sin quitar la vista de tus manos nerviosas que no logran, ahora que has encontrado la llave, abrir la cerradura. Quieres parecer grácil y resolutiva, y chica, estás quedando fatal. De lo más torpe, qué poco encanto. Preferirías desmayarte. Fíngelo te dices y ahí vas de pronto al suelo, no piensas demasiado, no importan los chicles masticados por vete a saber quien, recientes o no, ni el polvo negro de una ciudad sepultada. Te lanzas al suelo. Estás pirada te dices mientras tu cabeza golpea con precisión en el asfalto y al mismo tiempo él que se abalanza. No hay nadie más, eso ya lo sabes tú. Él te recoge a medias levanta tu cabeza te da un par de ostias. Las ostias te saben a jarabe celestial. Entreabres los ojos despacio, como si estuvieras volviendo al mundo después de una travesía imprecisa, los abres y miras extrañada, lo miras todo extrañada. Recuerdas cuando te desvaneciste de dolor sobre la cama, un dolor de muelas tan terrible que te tumbó. Recoges lo aprendido y lo aplicas. Él sonríe ahora que tú le miras fijamente como si no le conocieras de nada. - Hay que ver Marta, te pasa cada cosa. Te ayuda a incorporarte y tú le cantas las cuarenta. Que si encima de que te desmayas tendrá él que quejarse. Que qué lástima que no hubiera otra persona cerca, que sientes haber perturbado su paz de los miércoles a esta hora y que de todas formas la próxima vez, procurarás caer desfallecida fuera de su perímetro visual.
Él se ríe mientras te da las llaves que dejaste caer afectadamente en el momento del fatal desmayo. Después te mira raro mientras sacude tu ropa de polvo, entorna así los ojos que a ti te parecen como gigantes puertas que se abren y se cierran dejando paso por milésimas de segundo, a lo que intuyes es el más puro placer existente. Va a besarte. No te apartes, mujer. Te quedas quieta y se acerca, pero te dice al oído. - Sé que lo has fingido, el desmayo, y por eso voy a hacerlo. Voy a besarte.Tratas de apartarte tienes cara de estar muerta de vergüenza pero él se adelanta y te besa con lengua. Ahora sí que te flojean las rodillas. Sientes una mezcla de pánico y amor, una humedad en las axilas y las ingles. Te desmayas con el manojo de llaves apretadas en un puño.
Balas bajo los párpados

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno tu blog.
Tanalot