lunes, 29 de diciembre de 2008

El ángel de la guarda / Mita Ruiz

Los días transcurrían lentos, suaves, como si nunca acabasen. Envueltos por ella, con sus ojos azules, su pelo claro y sus recuerdos de antojos de chocolate del embarazo. Le contaba mi día sin parar. Había estado en casa de Enrique, el más culto y relajado de la familia, pensé que él me entendería. Porque me había sucedido algo incomprensible cuando estaba recogiendo las hojas de malva. Apareció una vaca, gigantesca, y me lanzó los cuernos. Le relataba a Enrique, sonriente y paciente, que no comprendía por qué la vaca me lanzaba los cuernos, ni siquiera me había acercado a ella, fue ella la que vino hasta mi escondite. Sucedían a lo largo del día cosas increíbles. Como aquel día, cuando ella estaba peinando mi melena larga con trenzas enlazadas encima de la cabeza o coleta de caballo, tuve que gritar. Qué idea más rara tenía de dejar el pelo hasta la cintura, era un martirio eso. Había unos hombres arreglando los adoquines de la calle. Pensé que hablaba en voz alta para que la oyeran ellos, sus cómplices. Se lo dije sin titubear: ¡No llames a tus cómplices! Una risa inundó el patio de buganvillas.Ya no podía tumbarme en las baldosas del suelo, porque había llegado el señor otoño, y las puertas -siempre abiertas- estaban cerradas. La lentitud de los días de lluvia hasta la hora de dormir cuando llegaba la dulce compañía.
Dulce Compañía: En unos minutos entrarás en otro mundo. ¿Qué deseas para hoy?
Niña: Deseo un traje como ese de esta foto.

lunes, 22 de diciembre de 2008

¿Tienes miedo? / Ninive

No sigas leyendo.
Estoy rastreando tu dirección...
.
.
Ya se donde vives. Puedo seguirte. Tienes pocas opciones de escapar.
A partir de ahora mira siempre tras de ti. Te avisé.
Ahora... estoy esperando...

viernes, 19 de diciembre de 2008

Aunque no llueva / Saray Pavón Márquez

Sólo hay un punto anaranjado y, a veces, el destello se expande por el cenicero. Noto como me voy consumiendo con el cigarro. Despacio. Alargo las caladas como si estuviese saboreando algún dulce, pero sé que me voy envenenando. Cuando lo acabo voy al cuarto de baño. Enciendo la luz, me lavo los dientes y las manos para eliminar los restos que me delatan, para intentar no sentir que vuelvo a fumar. Me miro en el espejo un instante y me doy cuenta de que llevo la camiseta al revés.
Son las 3 y media de la mañana. Todos duermen y yo pienso en ti. Me pongo alguna canción, tomo café, miro algunas páginas web y, de nuevo, vuelves a estar en mi mente. Pero ya no hay no-tiempos, ni ruido. Las galletas se han caducado y mi voz no suena igual. Se que hay cosas que no son para siempre y, entre ellas, los "te quieros".
Me levanto a rellenar la taza, luego me siento frente a mi ordenador y hoy llueve aunque no llueva.

Globo / Gonzalo del Rosario

La niña pequeña caminaba con su madre cuando el globo voló. Desesperada fue tras él entre la mirada indiferente y la risa transeúnte.
Una estatua humana perdió el equilibrio, sin embargo, fiel a su consigna, no se movió, la niña corría. Los militantes vociferantes en la puerta del partido ni se inmutaron, la niña gritaba. Los pordioseros solo existían al sentir monedas, la niña clamaba.
Un grupo de jóvenes salían sonrientes de un templo, al verla cruzando la pista, si bien los carros no le hicieron daño, aunque estuvieron cerca del infarto materno, solo atinaron a persignarse.
Al final, cayó en manos de otro niño, tan bonito como ella, éste le sonrió y procedió a entregárselo, su padre le hizo una venia y cuando estiraba las manos, el niño lo reventó. Carcajeándose siguieron caminando.
Ahora la niña comprendía lo que significaba salir de casa.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Alicia / Elle Z

Una brocha llena de pintura blanca se desliza delicadamente sobre la uña, son tres pasadas para dar el acabado final a un trabajo de varias horas. El bote de cristal aparece sobre la mesa de noche donde una taza de porcelana fina, en compañía de una cuchara, aguarda al encargado de la limpieza para sentir las manos deslizándose sobre su cuerpo, con ayuda de un jabón suave; espera ansiosa que no pase mucho tiempo para su siguiente encuentro y ya imagina ser llenada de nuevo con ese líquido caliente, anhela unos labios tibios más que nada. Pero, el silencio impera. Una mano perfectamente hidratada se extiende contra el fondo de una habitación con pocos muebles y paredes bicolor: morado y amarillo. Hay un ligero soplido con aliento a té recién hecho que le insinúa al esmalte la necesidad de secarse inmediatamente. El aroma del cuarto no deja ninguna duda: adentro permanece una mujer.La puerta emite un chillido que se extiende por un par de segundos y asoma una mano de infante, un retazo de rostro y la mitad de una boina café recién lavada. Desde su sofá color vino, ella voltea sin asomo de emoción en sus facciones. —Madre, debemos irnos, ya es tarde.Ella asiente. Se pone de pie y empuja la mesa. Su descuido asesina a la taza buscadora de sueños antes de que vuelva a recibir otro atrevido beso. La besan, la acarician y la aman por su interior, pero luego, la hacen pedazos en el piso de una alfombra cara. La mujer llega a la puerta y toma la perilla con la mano derecha,sin preocuparse por sus acciones, la gira y sale. Un empujón más y el cuarto se convierte de nuevo en un vacío silencio.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Problema resuelto / Manuel Jesús Curiel

Querido diario:Soy maricón. Así, con las siete letras. Higinio: maestro y maricón. Por tres, veintiuna. A gramo por letra, obtenemos los veintiún gramos que separan al vivo del muerto. Quítenme el maricón, el maestro y el Higinio y el resto es la solución al problema: un conjunto vacío y desmembrado de escoria sin remedio.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Circunstancias / Agustín Sánchez

pepito grillo lo tenía todo bien planeado. había hecho siempre lo que debía hacer, de la forma más correcta posible. había aprendido a batir sus alas, había aprendido cómo lo hacían los demás y cuando no le salía bien el tono, no le importaba copiar al resto para aprender su modelo. pepito era un grillo aplicado, sin duda, y su sueño era batir sus alas de forma diferente. pero cuando comenzó a moverse por el mundo, supo que había olvidado un detalle muy importante: las circunstancias. no tuvo en cuenta el dinero, el tiempo, el espacio, la naturaleza, la enfermedad, el dolor, la muerte, el cariño y su ausencia, no sabía que todo lo que le rodeaba, por muy bien que hubiese aprendido la lección, podría dar al traste con sus ilusiones. el día que supo de la música de Mozart o Bach, de las artes y ciencias humanas, o de la constancia de las hormigas, el día que supo que él no era más que un mísero grillo, dejó de batir sus alas. y empezó a pensar y a pensar... un día y otro y otro... hablaba contínuamente con su conciencia. así nació la imagen de pepito grillo........
CIRCUNSTANCIA:(Del lat. circumstantĭa, circum-stantia, lo que está alrededor).
1. f. Accidente de tiempo, lugar, modo, etc., que está unido a la sustancia de algún hecho o dicho.
2. f. Calidad o requisito.
3. f. Conjunto de lo que está en torno a alguien; el mundo en cuanto mundo de alguien.

martes, 25 de noviembre de 2008

Belén se marcha / Pandora

Belén estaba muy enferma. Había luchado con mucha fuerza para ganar la batalla pero cada vez perdía más terreno y el final se acercaba pausada pero constantemente. Sin embargo, los ojos de Belén seguían transmitiendo alegría, tenían una luz especial que hacía que los que la miraban no la compadecieran sino que la admiraran. Era sorprendente la fortaleza de esta mujer. Es duro entender que uno va a morirse en poco tiempo, que te quedan meses, semanas, tal vez solo días... Es duro ser consciente de que dejas muchas cosas, de que hay personas que te necesitarían más tiempo, que sin ti se sienten desamparadas pero tú no puedes hacer nada... Es muy duro saber que vas a cerrar los ojos para dormir unos minutos y que quizá ya no despiertes. ¿Qué se sentirá cuando se tiene la muerte tan cerca? ¿Miedo? ¿Curiosidad? ¿Pánico?Los ojos de Belén miran, observan, se detienen en las caras que van a visitarla. Belén pregunta, se interesa, quiere saber qué tal está fulanito, qué hace menganito... Nadie sabe qué pasa por su cabeza pero ella irradia una luz especial. Sus ojos curiosos sonríen, como quitándole importancia a lo que ocurre, como si no fuera a pasar nada y después de la estancia cada vez más larga en el hospital, Belén fuera a marcharse a su casa y a seguir con su vida de antes. Sabemos que no es así, el final se acerca y no puede hacerse nada. Sin embargo, ella sonríe, hace bromas, no ha perdido las ganas de vivir. Fue duro mirar a los ojos a una persona así, tan valiente, tan sonriente... Dentro de mí la idea de que la muerte estaba cerca no se iba y la miraba, y no podía creérmelo... Quizá lo más duro de ver a Belén, de mirarla, escucharla y observarla no fue que ella pareciera enferma, que estuviera estropeada, triste o desesperada... Lo peor de ver a Belén fue que mientras ella era transmitía tanta luz y ganas de vivir todo fuera falso y el tiempo corre en su contra acercando cada vez el inevitable final.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Un ambiente dominical / Patricio Pacios

Mira el reloj. Toma más té y se acomoda en el asiento. Ahora reposa la vista en la ventana, en su marco rectangular, en su ordinario marrón que no le impide olvidar que eso es un color y no una mera coincidencia de todos los días. Va jugando con los objetos que ve fuera, los descompone en partes iguales y forma números impares con ellos. Luego los une de manera arbitraria para mantenerlos en distintas posiciones (excepto vertical) que no lo convencen. Prueba otras variantes. Mira el reloj. Toma más té y luego bosteza. Hace un pequeño intento para encender la minúscula radio, pero lo deshecha y prefiere rascarse la oreja. Escucha el sonido de los autos al pasar y los va construyendo en su mente en forma instantánea; les pone color (el rojo es el predilecto), conductor, ruedas y los echa a andar con tal suavidad que no parecen moverse, hasta parecería ridículo que algo así fuera capaz de movimiento. Los deja pasear por sus infinitas extensiones hasta que los pierde, los olvida. Mira el reloj. Toma más té y come una galleta. Recuerda al almacenero que se las vendió: un hombre grande de largos brazos y cara escrutadora, con ojos artificiales y el pelo acomodado pero no limpio. Recuerda el precio. Lo compara con el de otras galletas y a veces lo cree demasiado elevado, otras no tanto; hace comparaciones de sabor y forma (lo más importante); también examina el paquete y lo cree apropiado, digno. Es azul en su mayoría, tiene algunos ejemplares estampados en un aparente desorden, algunos signos ilegibles, el contenido neto y el nombre de las galletas. Mira el reloj. Toma más té y mira la taza. La ve vieja y descolorida. La siente ajena. La pierde y comienza a jugar con la cuchara. Traza círculos imaginarios sobre el mantel de plástico, simula colorearlos con simulada destreza, luego los abarca a todos dentro de un círculo mayor y a este, a su vez, lo encuadra con fuerza, como evitando que se escape (como si pudiera hacerlo). Se detiene. Ahora se ve reflejado en la ondulación del utensilio que le parece estúpida, irreal. Se ignora a sí mismo y busca con ella los muebles, los cuadros, las fotos, los espejos, los libros. El reflejo lo aturde y lo evita. Mira el reloj (la hora exacta). Toma más té (el trago justo) y cierra los ojos. La mano no resiste y deja caer la taza que no se rompe, que acompaña en el silbido de la caída al bulto que se desparrama como en un charco de agua. La silla sigue sin moverse. Se oyen apenas las agujas del reloj.
Patricio_pacios@hotmail.com

domingo, 9 de noviembre de 2008

Banzai / Domingo López

Entró por la ventana y dio enseguida varias pasadas rasantes de reconocimiento hasta subir a la lámpara para coger altura y tras haber decidido el objetivo, lanzarse, adiós mari loli, amor mío, hacia la mesa número siete donde Marcelo Bustamante, solterón y viajante de comercio, sorbía melancólicamente, acordándose de una lánguida novieta de juventud, el plato de sopa donde el moscón despechado hizo chof mientras al susodicho señor, absorto en sus cándidas rememoraciones, le supo de pronto la vida y sobre todo el caldo de la cuchara, a mundo cruel.

jueves, 6 de noviembre de 2008

¿Una tapita de alacranes? / Esperanza Rubio

Cleo lo levantó y allí la esperaban los alacranes ensartados en unas brochetas envueltas en aquel papel grasiento. Su amiga los había comprado para acallar sus estómagos que daban sus primeros avisos a esas horas de la mañana.
Estaban en el bullicioso mercado chino de calles repletas de tenderetes que ofrecían a los inquietos paseantes, objetos y alimentos de lo más variado que diera al lugar un colorido espectacular. Cleo se sentía aturdida con tanto ruido.
De un triste restaurante por el que pasaron, salían unos olores que terminaron por convencerlas de comer algo Cleo esperó a su amiga Chinhengkuo sentada en aquella desvencijada mesa para dos. No quiso ser grosera y contuvo estoicamente el asco que le producían aquellos repelentes bichos. Podría ofender a su amiga Chinhengkuo que le ofreció aquellas brochetas como un delicioso manjar. Después de todo, a ella le encantaba tomar caracoles, acompañados de una cerveza bien fresquita. Siempre que su trabajo se lo permitía bajaba desde Madrid al Sur, a comerlos en compañía de unos amigos; y tan bichos son caracoles como los alacranes. Chinhengkuo llegó satisfecha con su paquetito de comida y unos refrescos, lo dejó todo sobre la mesa. Cleo resignada ante aquella situación, sonrió a su amiga que la miraba expectante. Con los ojos cerrados intentó imaginar que comía un pescaíto frito o unas gambas o algo que le gustase; lo introdujo en su boca y sintió el crujir del alacrán entre sus dientes. Abrió los ojos y sonriendo dijo: “Delicioso”

lunes, 3 de noviembre de 2008

Caronte / José Lázaro

No sabía que era su último viaje.
Al montar en la barca, preguntó al barquero su nombre...
-Caronte- respondió sonriendo.

Malentendido / Reyes Vaccaro

La lavadora le dijo al frigorífico; ¿"Por qué eres tan frío ?"
Él se quedó blanco y sólo respondió ; "Tú le das demasiadas vueltas a las cosas ".
La lavadorita, disgustada, no volvió a dirigirle la palabra.
Y todavía hoy, siguen sin hablarse , aunque ambos se alimentan del mismo enchufe.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Poniendo toda la carne en el asador / Curro

Si me preguntaran ¿en qué momento de tu vida te has sentido realmente querido?, sin duda, recordaría este:
Cogí el autobús, iba camino de Plaza Nueva (donde están los Juzgados en Granada) porque tenía un juicio sobre una división de una parcela. Cuando voy a Juicio me gusta ir “solo”, metido en mi mundo y a ser posible sin que nadie me hable. Bien, pues yo ese día en el autobús tenía, precisamente, esa cara … la de “estoy en mi mundo y así quiero seguir, no os acerquéis a mi …”
Acababa de comenzar el recorrido e iba vacío, solo dos ó tres asientos ocupados… En la siguiente parada a la que cogí pasó lo que pasó, paró el conductor y subieron 4 personas … y aquí empieza mi grato recuerdo (se me vino, no sé porque, aquella epístola del Cantar de los Cantares a la cabeza … “aquí llega mi amada, saltando por los caminos … brincando por los collados …, es mi amada un cervatillo, es mi amada un gamo … “). Bien, como apuntaba, estaba plácidamente sentado casi al final y estaba casi vacío, coño, había infinitos sitios libre (es decir, por doquier) ... el asiento que tenía a mi izquierda desnudo, dotado de toda la hermosura, terso, reluciente … De repente, a lo lejos una señora - morrocotuda en sus dimensiones, una descomunal concurrencia de carne, era como una muchedumbre de mórbidas abrazadas … - se quedó mirando a su alrededor moviendo incesantemente los ojos – como si fuera a cruzar la calle – cuando al fin - … ¡ oh maleficio, oh que guarra! ….- los detuvo en mí… Debió pensar: ¡mira que cara de bienhechor tiene ese chico (creo que provoco ese efecto cuando voy con el traje) si parece que viene de tomar la comunión! … Joder, medité, viene hacia aquí… Nuestras miradas se cruzaron… ella pensaba: ¡que cara de misericordia tiene este chico, creo que voy a tener que asir mis nalgas y, haciendo de ellas un sayo, anidarlas a su lado!, …. mientras mi parecer distaba del suyo y así rezaba en mi interior: ¿Esto que pollas es, el puto autobús vacío y viene la marrana ésta a perturbar mi paz (interior)?
Los segundos se sucedían perezosamente, mi respiración además emprendía a quejarse, mi espíritu estaba perdiendo su mansedumbre, se avecinaba un aciago momento, sentía – mientras se acercaba – como mi ser empequeñecía, su presencia era terrorífica, cuasi-demoniaca,… mi cabeza perdía su tamaño – iba pareciéndose cada vez más a la del paciente que espera en la sala del hospital de la película de bitelchus – al tiempo que sus carnes se jactaban en pos de su sabida supremacía …
Y, llegó el momento… me miró fijamente, desafiante, sus mejillas aterciopeladas y de tonalidad rosácea brillaban cual posadera de mandril …. Y me dijo: “échate a un lado” (una frase corta pero que intuía podía encerrar diversos significados …). Pensé: si trememunda masa quiere que me eche a un lado ... puede que me tenga que tirar del autobús por una ventanilla … no era algo fácil lo que me pedía, entrañaba su riesgo ….
Para que pudiera pasar, el que yo me tuviera que “echar a un lado” era una invitación a que me fuese a tomar por culo... pero, bien lejos
Como pudimos, maniobramos, mi carrillo aplastado cual prosélito de baja calaña en época feudal, mi nariz humillada contra la ventanilla de enfrente de nuestro lado de los asientos, mi vida a su merced, mientras su enorme retaguardia iba colonizando el asiento, reduciendo al silencio todo lo que encontraba a su paso …
Lo mejor vino al final, nunca se me olvidará la máxima que tuve el grato placer de escuchar (¡oh, placer inmenso!) aquel día a tan cruento ser … y, dibujando una sonrisa, alcanzando el clímax de la sapiencia, dijo así: “Afú!! que chiquitillos hacen ahora los autobuses … “
Y colorín colorado ....

viernes, 31 de octubre de 2008

Balas perdidas / Rogelio Jarquín

Las hormigas avanzan en procesión marcial. Atraviesan el campo de orquídeas amarillas del mantel, suben y bajan entre las hendiduras de una cesta de mimbre, cruzan por el lomo de un elefante de porcelana, rodean el florero de cristal y se concentran en la movediza superficie del tarro de azúcar como un escuadrón de viejos mineros en las entrañas de la tierra.
Una a una va eligiendo su grano y vuelven sobre sus pasos con el dulce cargamento. Martín sigue muy de cerca la trayectoria de la marcha, desde la grieta de la pared hasta el centro de la mesa y de regreso. Tiene seis años, un reloj pintado en la muñeca izquierda, un puñado de piedras en los bolsillos y una cadena que se sujeta a su tobillo derecho y que le une o le hace formar parte de una de las extremidades de la mesa.
Está solo. No sabe si le han encadenado por miedo a que se marche o a que lo roben, pero le da igual mientras haya hormigas que ver. Se cuelga de la mesa y levanta las piernas para jugar al trapecista. Se balancea poco a poco, cada vez más fuerte, hasta que un pequeño quejido de la madera le adviertede su fragilidad. Se acuesta en el suelo y entonces mira las vigas, o lo que queda de ellas y las cuerdas de luz que entran por las láminas del techo. Ha escuchado cientos de veces que son las polillas las que van acabando con la casa, con las paredes de madera y el techo de cartón, ha oído que son esos insectos los que destruyen la ropa y las mantas de la cama, y que por eso todos duermen con esferas de naftalina entre los pies. Se levanta del suelo, pero esta vez no jugará al trapecista con la mesa, se queda quieto, bien quieto como lo hacen los cazadores de insectos.

lunes, 27 de octubre de 2008

La condena / Patricia Alba

El Muro dividía el salón. El Muro dividía la cocina. El Muro incluso dividía la cama. Era un muro denso, de malas ideas y sospechas infundadas, cimentado sobre desconfianza y falta de sinceridad, cuya argamasa era el no-diálogo. El pequeño apartamento de dos habitacionesse había transformado en un inmenso palacete con 4 habitaciones, 2 salones y 2 cocinas, tan grande que los moradores apenas se veían.El Muro crecía cada día y se extendía tapiando puertas y ventanas. Esto se tradujo en una sensación de agobio, al principio, y en cadena perpetua, al final. En aquella casa había quedado presa una pareja: dos ex-amantes, dos ex-amigos, dos ex-compañeros. Ambos se habían autoinculpado y autojuzgado, autosentenciándose a pasar el resto de sus días atrapados en una relación muerta. Ante el jurado de su conciencia se sentían culpables de dejar apagar la llama del amor. Cada uno de ellos había depositado la sentencia bajo secreto de sumario en lo más profundo de su alma, bajo múltiples capas de rencor y autocompasión, de forma que la contraparte no pudiese leerla y, por tanto, no pudiese alegar nada para reducir la pena.

La gran tragedia del Queen Adelaida / Miguel Baquero

Prólogo
El cielo bramaba impío; vientos tormentosos de componente este azotaban la, hasta hiciera poco, engreída embarcación; olas de veinte metros la hacía cabecear y gemir. Alguien gritó en el puente de forma atroz; algo, en un incierto punto, saltó hecho astillas.
Capítulo uno
Sólo el camarero, atusada la pajarita e impertérrito, quedaba en el salón cuando apareció el pasajero. Traía el rostro magullado, la ropa rota, y un copioso reguero de agua fue formándose tras él los metros que tardó en alcanzar la barra. "Ya no hay plazas en los botes para nosotros", dijo, y el camarero se encogió de hombros. "¿Le sirvo un cóctel, señor?".
Capítulo dos
"Cóbrese", dijo el pasajero con una amplia sonrisa, "y quédese con la vuelta". Un relámpago deslumbrador desgarró las formas, la sala se quedó sin luz eléctrica. "No hace falta, señor; si quiere lo apunto en su cuenta".

sábado, 11 de octubre de 2008

Perder la virginidad / Nerea Riesco

-No sabía que estos servicios tuvieran unas tarifas tan elevadas -Petunia rebuscaba en el monedero mirando de vez en cuando al apuesto joven que tenía enfrente-. Debes ser muy bueno en lo tuyo, pimpollo.
-Soy un profesional.
-¡Siempre tan tacaña! -protestó Esmeralda-. Esto va a hacer a Marta muy feliz.
El muchacho extendió la mano para recibir sus honorarios con cara de circunstancias.
-Quedará satisfecha, no se preocupen -masculló mientras contaba los billetes.
-Tenga cuidado. Hágame un trabajo fino… mire que es virgen -le advirtió Esmeralda.
-¿Virgen con setenta y cuatro años? -espetó él-. Si lo llego a saber antes hubiese exigido un precio especial. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra. No le pongo pegas a los años que tiene pero esto… ¿Está bien de salud? Que cuando me pongo…
-Todos los hombres sois iguales, da lo mismo la edad, la época… os creéis poseedores de la pilastra que sostiene el planeta ¿eh? ¡Váyase ya, pollo!
Las dos mujeres observaron sonrientes el caminar chulesco de don Juan de saldo del muchacho.
-Es curiosa la cantidad de servicios que uno puede contratar ojeando la página de contactos, ¿verdad? -dijo Petunia.
-Ya te digo.
-¿Tú crees que se parece al de la foto?
-Clavadito.
Marta aún conservaba intacta la gracia de los quince años. Podía ejecutar un charlestón con maestría fumando en una enorme pipa y enrollándose al cuello una boa de plumón rosado para reproducir el Lilí Marleen con voz cadenciosa. Lo que más le gustaba era jugar a las cartas con sus dos amigas, Petunia y Esmeralda, y salir a pasear por las tardes con un caniche enano al que ella llamó Prozac en honor a las pastillitas que le habían devuelto la alegría.
Cuando vio a ese hombretón con voz de telenovela apoyado en el quicio de su puerta con actitud seductora no se lo pensó dos veces. Lo enganchó con su boa plumosa y, a ritmo de tango, lo arrastró hasta su lecho con ojos lascivos. Se agachó para quitarle los zapatos, desabrochó su camisa musitando una melodía y luego le dio un empujón que lo dejó despatarrado sobre le cama. El joven, al verla tan animada, comenzó a lanzarle piropos subidos de tono pero ella le suplicó que mientras durase el acto simplemente le susurrase al oído que la amaba, que siempre la había amado y que, si la dejó plantada en el altar fue porque un inoportuno golpe en la cabeza antes de salir para la iglesia le bloqueó los sentidos y le hizo deambular durante lustros sin recuerdos ni rumbo fijo.
Mientras Marta perdía la virginidad, desde la foto que durante cincuenta años había reposado en el aparador, el joven que nunca había dejado de espiar su soledad con una peliculera sonrisa de tonos sepia, se moría de celos viendo a la que fue su novia haciendo el amor con otro.

Las especies perdidas / Ana Pérez Cañamares

Un hombre sensato y familiar como Noé no podía entenderlo.
Aquellos animales le decían que no querían subir al arca porque no estaban dispuestos a un matrimonio de conveniencia por salvar la piel. Que amaban más su soltería, le decían.
No pudo hacer nada por convencerles. Desde la cubierta del arca les veía ahogarse, animales de todos los tamaños y pelajes. Le resultaba una visión tan insoportablemente triste y desesperanzada que comenzó a pensar que aquella actitud era en realidad un sacrificio, y que se debía con toda seguridad a una mitificación del amor. Aquellos animales, imaginó Noé, morían soñando con su pareja ideal, ésa que ya nunca tendría oportunidad de amarles, y que quizás se ahogaba también unas cuantas olas pasado el horizonte.
Se lo contó tan bien a sí mismo que acabó por envidiarles.

martes, 7 de octubre de 2008

Despecho / Andrés Neuman

A Violeta le sobran esos dos kilos que yo necesito para enamorarme de un cuerpo. A mí, en cambio, me sobran siempre esas dos palabras que ella necesitaría dejar de oír para empezar a quererme.

Práctica habitual / Safrika

Te estás machacando tontamente. En la esquina no hay nadie más, y no deja de ser una ventaja que él no pueda comentarlo con otros. Hay que pensar en positivo. Qué ridícula pareces con todas esas llaves en la mano, sin encontrar la que abre el pitón de la moto. Y él ahí, en la puerta de la tienda mirándote con media sonrisa. Mirándote como quien ve cagar un pájaro y se maravilla de la naturaleza y sus misterios. Empiezas a ponerte roja. Seguro que hay venas capilares que hasta hoy pasaban desapercibidas pero están viniendo para que parezcas aún más patética. Y él sigue sin quitar la vista de tus manos nerviosas que no logran, ahora que has encontrado la llave, abrir la cerradura. Quieres parecer grácil y resolutiva, y chica, estás quedando fatal. De lo más torpe, qué poco encanto. Preferirías desmayarte. Fíngelo te dices y ahí vas de pronto al suelo, no piensas demasiado, no importan los chicles masticados por vete a saber quien, recientes o no, ni el polvo negro de una ciudad sepultada. Te lanzas al suelo. Estás pirada te dices mientras tu cabeza golpea con precisión en el asfalto y al mismo tiempo él que se abalanza. No hay nadie más, eso ya lo sabes tú. Él te recoge a medias levanta tu cabeza te da un par de ostias. Las ostias te saben a jarabe celestial. Entreabres los ojos despacio, como si estuvieras volviendo al mundo después de una travesía imprecisa, los abres y miras extrañada, lo miras todo extrañada. Recuerdas cuando te desvaneciste de dolor sobre la cama, un dolor de muelas tan terrible que te tumbó. Recoges lo aprendido y lo aplicas. Él sonríe ahora que tú le miras fijamente como si no le conocieras de nada. - Hay que ver Marta, te pasa cada cosa. Te ayuda a incorporarte y tú le cantas las cuarenta. Que si encima de que te desmayas tendrá él que quejarse. Que qué lástima que no hubiera otra persona cerca, que sientes haber perturbado su paz de los miércoles a esta hora y que de todas formas la próxima vez, procurarás caer desfallecida fuera de su perímetro visual.
Él se ríe mientras te da las llaves que dejaste caer afectadamente en el momento del fatal desmayo. Después te mira raro mientras sacude tu ropa de polvo, entorna así los ojos que a ti te parecen como gigantes puertas que se abren y se cierran dejando paso por milésimas de segundo, a lo que intuyes es el más puro placer existente. Va a besarte. No te apartes, mujer. Te quedas quieta y se acerca, pero te dice al oído. - Sé que lo has fingido, el desmayo, y por eso voy a hacerlo. Voy a besarte.Tratas de apartarte tienes cara de estar muerta de vergüenza pero él se adelanta y te besa con lengua. Ahora sí que te flojean las rodillas. Sientes una mezcla de pánico y amor, una humedad en las axilas y las ingles. Te desmayas con el manojo de llaves apretadas en un puño.
Balas bajo los párpados

miércoles, 1 de octubre de 2008

Parricio / Ildiko nassr

Siempre me declaré más proclive al incesto que al parricidio. Prefiero acostarme con los padres que matarlos. Prefiero la convivencia a la ausencia (perdón por la cacofonía). Aborrezco a quienes salen de cacería de padres. Prefiero un aquelarre a una masacre. Sin embargo, me he retirado. No me caso con nadie. Abandoné a los padres en su cama y me encerré en una biblioteca. Prefiero la quietud de mi hogar a la incomodidad de una sexualidad paupérrima seguida de disculpas o lamentaciones. Los padres envejecen demasiado rápido.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Chocolate azul / Ana Vega

La primera nevada del año. La casa silenciosa y la chimenea encendida. Todo ordenado, limpio. Ni un solo ruido. Todo quieto, intacto. Los niños aún no se habían despertado. Todavía quedaba algún bombón en la caja. Pocos, muy pocos. Era una caja enorme. Todos de licor. Eso decía el envase: bombones de licor. La abuela estaba allí, junto a la caja, en la cocina. Despedazando los que quedaban. El líquido azul le chorreaba en la falda. Todo en silencio, al fin, pensaba. Todo en silencio. Ya sólo quedaba uno, el último de la caja. Abrió la boca y se lo tragó sin pensar. Cayó al suelo.
Entonces recordó la imagen exacta en la que inyectó el veneno, con la jeringuilla, en el primer bombón. Aquel líquido azul que compró el viernes pasado. Silencio, pensó.

lunes, 22 de septiembre de 2008

La oveja negra / Bernardo Atxaga

Aunque en la época en que Augusto Monterroso escribió sus fábulas todavía existía, el género se encuentra ahora en vías de extinción. Miremos alrededor: no hay excepciones en los rebaños. Escuchemos lo que se dice: se habla mal, constantemente, de los del otro prado, pero contra los que comparten la misma hierba nadie dice ni bé. Perdura, sin embargo, la necesidad que siente todo rebaño de matar de vez en cuando a algún prójimo, de modo que hay ovejas blancas que son separadas de las demás y llevadas lejos, hasta un punto en el que ya no es posible distinguir los colores. "¡Una oveja negra!", gritan entonces los voceras, y la oveja es condenada y muerta, o al revés. No todas sus compañeras se regocijan, algunas inician incluso una protesta. "Hemos matado a una, pero tiene que haber más", grita entonces un cabrón. Se hace enseguida el silencio, y alguien entona, balando, una balada boba.

De Jacques / Eliseo Diego enviado por Sonia Betancort

Llueve en finísimas flechas aceradas sobre el mar agonizante de plomo, cuyo enorme pecho apenas alienta. La proa pesada lo corta con dificultad. En el extremo silencioso se le escucha rasgarlo. Jacques, el corsario, está a la proa. Un parche mugriento cubre el ojo hueco. Inmóvil como una figura de proa sueña la adivinanza trágica de la lluvia. Oscuros galeones navegando ríos ocres. Joyas cavadas espesamente de lianas. Jacques quiere darse vuelta para gritar una orden, pero siente de pronto que la cubierta se estremece, que la quilla cruje, que el barco se encora como si encallase. Un monstruo, no, una mano gigantesca alcanza el barco chorreando. Jacques, inmóvil, observa los negros vellos gruesos como cables.«¿Este?» «Sí, ese» —dice el niño, y envuelven al barco y a Jacques en un papel que la fina llovizna de afuera cubre de densas manchas húmedas. El agua chorrea en la vidriera, y adentro de la tienda la penumbra cierra el espacio vacío con su helado silencio.

Eliseo Diego. «De Jacques», relato perteneciente a su libro Divertimentos, 1946.
Sonia Betancort

Calle abajo / Pilar Aguarón

Una noche de diciembre Elena terminó de recoger la vajilla, se puso el abrigo y en zapatillas bajó despacio las escaleras para tirar la basura al contenedor. Al pisar la acera echó a andar calle abajo con su bolsa de basura en la mano y anduvo y anduvo.

Su familia llenó la ciudad con la foto de su rostro ajado, que los meses, el sol y la lluvia terminaron por desvanecer. Pero Elena no volvió.

sábado, 20 de septiembre de 2008

La cena del orden / Natalia Brandi

Se mudó acá porque aún no llega internet. Al principió lo dudó: el salitre le reseca la piel y le eriza el pelo. Pero el murmullo salado lamiendo las ventanas la sedujo. Esta noche hay viento, la arena se cuela por los ojos de la madera.Enciende las velas y las ubica sobre la mesa del comedor preparada para la cena, un sahumerio encima de la chimenea y más velas en los desniveles del piso. Desde la cocina llegan los vapores de las verduras. Pone música. Se sirve una copa de vino y se sienta en el suelo al lado de la caja de cartón. Del otro lado, una bolsa de plástico negra.Las manos levantan la tapa. Las uñas rojas escarban entre los papeles ordenados. Desde el fondo de la caja saca una computadora portátil, un tintero seco y la pluma. Mete todo en la bolsa. Decide quedarse con el lapiz de madera. Las libretas con las fechas de las vacunas de sus hijos y el certificado de matrimonio,.Los apila y los guarda en un bolsito de tul que ata con un moño de raso. La correspondencia con algún lord inglés perdido en el tiempo, en el mismo tiempo donde quedaron sus orgasmos telefónicos. La rompe en pedazos hasta reducirla al tamaño de las lágrimas y las hunde en el fondo de la bolsa negra.Encuentra un rush un poco reseco, se moja los labios con vino e intenta pintárselos. Es muy viejo, ya no sirve. Pero antes de tirarlo se pone de pie, camina hasta el espejo oval del vestíbulo y escribe: "Yo no soy mis recuerdos". El olor tibio de la cocina la apura a cerrar la bolsa. Descalza sale hasta la puerta y la apoya en el canasto de la basura. Ahora se puede sentar a cenar.

domingo, 14 de septiembre de 2008

El árbol canibal / Genaro Becerra


Ayer, al despertar, toqué las partes de mi cuerpo en su lugar y repasé todos los noticieros posibles para comprobar que seguía vivo y que nada malo sucedió en el CERN de Europa con el acelerador de partículas y sus pruebas del 10 de Septiembre 2008.
Poco tiempo después sufrí el ataque del "complejo green peace".
Si, ya sabes... Esos cinco minutos de ecologista que nos salen a todos cuando sientes que la vida de otros animalitos estuvo o estará en peligro y que al final; te das cuenta que no todo termina en desgracia.

Entonces me dije: Mi mismo, ¿recuerdas ese árbolito que te regalaron en el parque venados cerca del Volcán Popocatepetl para que un día lo sembraras?... Pues te sigue esperando.




Anda... levántate y siembra un árbol.




Chequen la foto que aún venía en su empaque original. Conseguí una maceta y tierra.
Lo sembré en una maceta para que siga creciendo y cuando ya lo vea más fuertecito lo plante en la calle. Por que nunca falta el chamaco menso que pise al tierno árbol y lo heche todo a perder.
Corté la bolsa y me sorprendí de ver sus raíces, si, aunque suene medio menso, las raíces son una parte de un árbol o planta que no vemos muy a menudo.












El siguiente y delicado paso fué el translado sin desmoronar el cartucho de tierra y raíces (con estructura más o menos similar a un mazapán) y centrarlo en la maceta, una vez superado el paso más tierra al rededor y Tadaaaaaaa... se vé bien bonito... snif, snif.


Es el tercer árbol del que tengo cuidado para sembrarlo en mi vida: el primero fué un árbol de limones que actualmente debe medir más o menos un metro y medio.

El segundo un árbol de guayabas que brotó por que enterré una guayaba en la tierra a ver que pasaba y funcionó.

Y éste, es un cedro blanco que, probablemente, verá mi entierro ya que viven más de cien años y para ese entonces yo ya seré abono...
Pinche árbol... siento que me está observando como los caníbales... Te voy a comer, te voy a comer... tarde o temprano, al cabo no tengo prisa.
Y en este momento de terminar la entrada ya estoy pensando bien si me darán ganas de sembrarlo o no en su lugar definitivo.

Genaro Becerra. Escritor de la Novela Planeta Dinero
http://planetadinero.blogspot.com/

Saldrá al público el 24 de Septiembre en editorial Endira http://www.endira.com.mx/

sábado, 13 de septiembre de 2008

Detalles / Ana Girona

Me hallo rodeada de oscuridad efímera.
Si enciendo la luz, todo finalizará. Aunque no lo hago. ¿El por qué? Porque no quiero; toda alma necesita su momento oscuro, ese instante íntimo.
Miro hacia ninguna parte y ese lugar inexistente me trae recuerdos oblicuos e incoherentes. Me levanto de la silla y me fijo en la persiana de mi cuarto: está entreabierta. Por lo cual, entra algo de radiante luminosidad.
Esa extraña luz se refleja en mis ojos. Esa extraña luz ilumina. Sí: ilumina. Y lo hace raramente, creando sombras impactantes, sombras que carecen de vida aunque parezcan rebosantes de ella.
Un insecto extraño entra por mi ventana entreabierta. Me persigue aunque yo no hago más que dar vueltas sobre mí. Ese insecto pretende atacarme cuando menos me lo espere pero yo lo auyento con un simple pensamiento... y se marcha... y no volverá...
Me siento. Me quedo muy quieta escuchando el sonido del silencio mientras imagino el cómo y el porqué de las pequeñas cosas, de los sueños jamás soñados, de los detalles.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Sigue soñando / Nisa Arce

Cada mañana, al regresar del trabajo tras su agotadora jornada nocturna, pasaba delante de los mismos lugares y veía a las mismas personas; primero, en la parada del bus, los viajeros se arremolinaban en busca de un poco de espacio, ya lloviese, nevase o hiciera un frío atroz. Luego, los barrenderos, los estudiantes, los guardias que dirigían el tráfico…

En resumidas cuentas, la ciudad ensayaba indefinidamente una coreografía con vistas a un espectáculo que nunca se celebraba. Un baile que, aunque frenético y caótico, tenía cierto encanto.

Y como cada mañana, al pasar delante de los contenedores de basura, veía el mismo par de botas abandonadas en un rincón. No eran unas botas fuera de lo común. De hecho, la piel gastada en la que estaban confeccionadas, los cordones raídos y las suelas agrietadas le daban un aspecto lo que se decía humilde.

Su casa no quedaba lejos y a esas horas acusaba el cansancio, pero cada vez que pasaba delante de las botas, dedicaba unos instantes a preguntarse cómo habrían acabado ahí y de quién serían los pies que las habían lucido. ¿Qué parajes habrían recorrido, qué pecados cometido para merecer quedarse allí, ajenas al interés y el conocimiento de los demás?

Imaginó que habían pertenecido a un montañero que, cansado de la rutina, se dispuso a recorrer las grandes cumbres del planeta sin nada más que una mochila a la espalda y su inseparable par de botas. Tras haber observado el mundo desde su cima decidió regresar al hogar, en el que sus botas trotamundos ya no tenían sentido, y allí se habían quedado, tristes y solitarias, contando su historia a todo aquel que tuviese un poco de tiempo que dedicar a la nada.

Idear un motivo con el que explicar el misterio era su ritual, su manera de otorgar descanso a la mente e ir con ilusión a la cama, en la que reponía fuerzas para enfrentarse al ciclo que, con la caída del sol, se repetiría.

Pero aquella mañana, dicho ciclo se rompió. Se sobresaltó cuando escuchó un fuerte ruido a su derecha. Uno de los encargados del servicio de limpieza del ayuntamiento le miraba con el ceño fruncido, como queriendo pedir en silencio que se apartara. Dio un paso hacia atrás y dejó que hiciera su trabajo, sin protestar cuando el hombre tomó el par de botas y las arrojó en el interior del camión.

Clavó la mirada en la del hombre y no la desvió hasta que el camión, tras ponerse en marcha, se alejó y dobló en la siguiente esquina para continuar su ruta.

La ciudad, la gente que esperaba en la parada del autobús, los guardias, los tenderos de las panaderías y los estudiantes seguían siendo los mismos. Pero le habían arrebatado su breve instante de distracción.

Sacó las llaves, abrió la puerta de casa y se tiró en la cama.

Lo único que le quedaba ahora, era seguir soñando.

Magda y yo / Aily Ramirez

Entre gimoteos escucho esa voz arrugada. Baila la niña, sobre mi, danzarina africana, desenfrenada y en trance; no hagas mucha bulla, gata, que hoy quiero venirme despacio, durar más. Si no, te vas.
Magda, la buena Magda es amiga de Cindy. Cindy tiene el cuerpo partido y el alma pegada con superbonder, las palabras salen de ella atropelladas, sólo cuando consume es más tranquila, puede pronunciar las letras, aún cuando sus ideas son incoherentes; Cindy la rubia, Magda la negra.
Acordes de guitarra, entro en ella, tocar aros profundos de tierra, aprieta. Quiero tenerla en la mañana para después mirarla y recordar que lo mejor es darle un tiro en la nuca. Comer negra y comer man es lo mismo, lo dice Jesús. Comer esclavo, lo dice Mahoma.
Cindy me ha convencido de sudar sobre Magda, los labios se mojan mientras ella yace y respira. Me gusta escucharla cantar en el descanso, mientras levanto la bandera de nuevo. Madrecita, encoñado sí, negra Magda, creí que no me gustaban las negras.
-No vengo más.
La miré despacio, le limpié el sudor de los senos con las manos y le pagué. Mentiras. Ella viene, ella está.
Abrí las ventanas esperando que miles de pájaros llegaran a mí; por el contrario, ratas voladoras de patas deformes y picos estrellados aparecieron en los techos de los apartamentos del frente, cagando cuanto carro pasaba.
Voy a trabajar, bebo café y pienso. Magda es cara. Debo medio salario por andar puteando. Magda es cara.

Llamo a Cindy y me dice que Magda no está; se la come alguien más. Cindy, ven vos, igual no vas a hablar porque tendrás la boca ocupada, y se niega. Insisto en Magda, ¿quién se la comerá? ¿Judas o Pablo, Jesús o Mahoma? ¿Pablo Jesús Contretas o Judas Mahoma Castro?
Los llamo y no saben de ella.
Magda aparece una noche del domingo en mi casa; entra y dice que se devuelve a Barranquilla, la miro con desprecio mientras el aire se vuelve ácido y me corroe dentro.
Quédate bella Magda, negra mía, no importa esta cresta de mierda, no te vayas que quiero seguir culeandote, negra judía, africana sucia, miel. Ella sacude la cabeza y me da un beso, meto la mano y me despido de lo que me importa. Luego, -pao, pao-, las paredes están salpicadas de sangre, mañana las limpio con desengrasante.
Cindy me llama y dice: Magda estaba con usté y no está acá. Le respondo que vino y se despidió -literalmente- y se fue a otras tierras, a Barranquilla creo. Entonces me dijo que el Chulo la andaba buscando y que si no aparecía el Chulo llegaría a mi casa y me demostraría que hasta los neonazis pueden hablar con la cabeza gacha y de rodillas.
-que venga-
Pablo Jesús Contretas y Judas Mahoma Castro me acompañan en la casa, llega el Chulo y otro man y les damos con toda, muerte a putos. Descuartizamos a los maricones –uno tiene piojos-, y a Magda -pero en bolsas aparte, que no se revuelva la sangre-; luego a cada uno lo derretimos entre ácido, en un lugarcito cerquita a la 10ma con 11.
Cindy llama de nuevo. Mamita no pregunte que no sé. No sé nada.
Palabras sordas.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Ni era tan tonto... Ni estaba tan loco / Mercedes Pajarón

¿Qué probabilidades tenía el señor más feo, tonto y loco del barrio de besar a la chica más hermosa que pasa por la calle?
Muy pocas. Poquísimas.
Pues aquel día sucedió.
Ella, joven, y muy hermosa. En contraste con la callejuela, desierta, rancia y sombría.
A la altura de unos contenedores de basura, él se le cruzó. No pudo evitar abrir mucho sus extraviados ojos y mirarla, pasmado.
Los flechazos son así.
-Hola -pudo decir al fin, de forma más o menos espontánea. Era feo, tonto y loco, pero no tímido.
-Hola -respondió ella, que además de joven y hermosa, era educada.
La mirada extraviada actuó con romántico arrojo:
-¿Nos conocemos?
La guapa, que además de joven y educada, era sincera, contestó:
-No lo creo. Me acordaría.
La osadía del señor parecía no tener límites.
-Pues me presento: soy Pedro.
Le tomó la mano con delicado atrevimiento, al tiempo que estampaba dos besos en unas desconcertadas mejillas.
La guapa, que además de educada y sincera, era de reacciones lentas, se vio obligada a responder a aquellas osadas muestras de afecto.
Ante su docilidad, él vio el cielo abierto, y apostó el todo por el todo:
-¡Te invito a un café!
Ella estuvo a punto de declinar la oferta con una de las mil típicas excusas: tengo prisa, otro día, mi abuelita está enferma…Pero la guapa, que además de joven, educada y sincera, era muy atlética, echó a correr a toda velocidad por la callejuela desierta, rancia y sombría.
Él se quedó atónito, y con la única compañía de los contenedores de basura.
De repente, sonrió maliciosamente…
Al menos, había conseguido darle dos besos a la más hermosa.

jueves, 31 de julio de 2008

Secuestro espacial / Manuel Otero

Hoy 5 de agosto de 2.008, los extraterrestres han secuestrado al Papa que pasaba sus vacaciones en Castelgandolfo.

Afirman conocer la verdadera religión.

No tenemos más datos por el momento.

domingo, 20 de julio de 2008

La máquina / Carol Alonso

Hablaba cada vez menos. Por no mentir.
Un día fue al banco y sacó todos sus ahorros para comprar una máquina de la verdad.
Pensaba en fundar un partido político llamado “la máquina y la verdad”
Su programa era simple en vez de "mítines con luz y taquígrafos” proponía mítines con “luz y polígrafos”.
Con un altavoz y un cartel, recorría las pequeñas poblaciones rurales.
En la plaza, montaba su máquina llamando a la verdad y a la reconciliación popular.
Disputas entre socios, problemas conyugales…
A la hora de mercado, atraía a las amas de casa para que descubriesen las infidelidades de sus maridos. Las mujeres, convencidas, llevaban a sus parejas y tras el veredicto de la máquina, el matrimonio sentaba las bases de la nueva relación...

viernes, 18 de julio de 2008

Cuento / Chus Canal

Apareció de repente, surgida de la nada, era pequeña, diminuta, llevaba un enorme vestido blanco con dos enormes bolsillos, se sentó detrás de aquel árbol un instante, el camino seguía sinuoso hacia el valle, hacia el otro lado había una pequeña casita verde allí se instaló.
Pasaba el tiempo. Salía temprano recogía flores y frutos, caía una fina lluvia que lo dejaba todo como nuevo, no pasaba nadie.
De repente un día empezaron a llegar...llegaban seres de distintas condiciones, llegaban a aquel valle por pares, ella los entendía.
El primero fue arnold s. llegaba arrastrando una enorme bola del mundo, ella le pregunto " ¿ Te quieres quedar?" el no respondió y siguió su camino hacia la casita y de pronto desapareció...
Así pasaban los dias, salia de la casita y se sentaba al sol, no sabia su nombre, ni de donde venia, aparecían flores y plantas seguía cayendo una fina lluvia un día de pronto apareció una plantita , le hizo gracia su aspecto y se la comió, empezó a reírse, entonces bajó Dios..le pregunto:¿ Y tu quien eres?
ella dijo
" No se"
y siguió riéndose

miércoles, 16 de julio de 2008

Urano años 90/ Jose Bonet

El contrabando de bases de datos había crecido enormemente en los últimos años y casi todo el mundo podía pasar los exámenes estudiando con dedicación durante años.
El papel y las preguntas cerradas… todo eso era asequible, pero la forma de hablar y los matices eran imposibles de captar si no habías vivido aquello. Si no habías estado allí, no podías pensar como ellos.
Había algunos reductos culturales, pero todo el mundo renegaba de ellos pues les alejaban de sus objetivos. Las tiendas, los escaparates y los mostradores de Urano estaban repletos de iconos de los 80.
Matrix había sido borrado de los catálogos y sólo la primera trilogía de la Guerra de las Galaxias era permitida.
En el año 2.050 la Tierra sólo era habitada por los jóvenes de la década de los 80 del siglo XX. Ellos habían descubierto el secreto de la vida eterna y habían descubierto como mandar a sus hijos al espacio para evitar la superpoblación.
La Tierra estaba dominada por esa generación que había decidido evitar el hip-hop, el rap y los móviles con cámara. En la Tierra, la generación de los 80 sólo admitía los móviles para hablar y mandar mensajes de texto.
Todo había comenzado cuando la generación de los 80 empezó a decir que los jóvenes eran complicados y arrogantes. La vida en la Tierra era un paraíso y sus habitantes decidieron limitarlo. Las generaciones siguientes consumían demasiados recursos y estaban intentando cambiar sus gustos. No tardaron mucho en descubrir cómo evitar ceder el poder y pasar de moda. Los jóvenes ya no iban a decidir la moda. Es más, los iban a expulsar de allí para mantener sus privilegios para siempre. Tras un referéndum restringido se decidió la franja de edad elegida. Al resto de la población la montaron en naves y la mandaron a vivir al espacio exterior.
En la tierra, muchos pequeños detalles hacían que ese planeta aparentemente diverso ahora fuese en realidad homogéneo, ya que incluso los grupos minoritarios como los góticos eran sólo admitidos en su versión más asequible.
Los grunge con su versión destructiva del planeta de principios de los 90 habían sido rechazados en un ambiente dominado por Cousteau y por su admiración perpetua a Casablanca. El problema principal para la generación de los 90 es que Urano, el planeta para “90 años de los 90” se estaba secando y aunque había pasado a ser una fotocopia barata de la Tierra en los 80, sus habitantes eran conscientes de que no podían vivir así mucho tiempo. No disfrutaban de la juventud perpetua.
Por eso viajar a la Tierra era una cuestión de supervivencia porque mientras ellos nacían, vivían y morían sufriendo por salir adelante, sus padres y sus abuelos eran eternamente jóvenes…

martes, 15 de julio de 2008

Un nuevo trabajo / Fernando Achabal

Seguía en el coche. Los paisajes de las afueras de las grandes ciudades le parecían todos iguales. Si la ciudad es seca –murmuraba en soledad- el paisaje es desolador, entre matojos, polvo y polígonos industriales.

Llegó al edificio de la empresa donde tenía la entrevista de trabajo.

Había tardado con el atasco hora y media.-Total, sólo son 34 kilómetros, -le dijeron-; si sales tarde, en media hora, estás en casa.

Era el clásico edificio de los años 60, con fotos de los años 70, paredes color grasa, mesas de formica y premios a la calidad del año 73, 74, y 76.

Se preguntó donde estaría el premio del año 75, y tras un rato mirando la pared se dio cuenta de que no había ningún premio de las décadas posteriores. Al final, se fue sin hacer la entrevista.

La idea de un comedor de paredes de grasa, le parecía demasiado triste, así que ni preguntó por la persona que le iba entrevistar. Se metió en un despacho vacío. Hojeó los papeles que estaban encima de la mesa y cuando llegó el dueño del despacho, se miraron los dos un poco sorprendidos y decidió marcharse.

Media hora después..., Juan, el director de personal y dueño del despacho ni lo recordaba.

Allí, sentado con sus papeles, a veces se distraía recordando como habían perdido el premio a la calidad del año 75.

Marcos 901/ Silvia Sánchez Urite

Se acercaba otra Pascua sin sorpresas. Yo me sentía dentro de un clima cercano a la depresión una vez más.

Me puse a revisar fotos viejas, cosa que hago cuando estoy melancólica. Y lo vi. Allí estaba, con su sonrisa de niño y todo vestido de negro, en el cumpleaños de no sé quién.

Recordé los buenos momentos, las charlas sobre filosofía y sobre la vida. Y decidí llamarlo.
Encontrar su número fue algo complicado. ¿Dónde estaba?

¿En el libro de Merleau Ponty? No, ése era el número viejo. Además lo había borrado de mi agenda con liquid paper. Más tarde, ya había perdido la esperanza cuando, buscando otra cosa, apareció un papelito casi amarillo que decía "Marcos 901- 3333". Me volvió a causar gracia su caligrafía caprichosa.
Qué le diría...

¿Que lo extrañé? No, eso era demasiado. Llamaría casualmente, comentándole sobre aquel escritor que él conocía y que había sido acusado de plagio. "Tenès razón", diría él "si yo le di algunas de sus mejores historias". Me contaría sus horarios en la facu y yo, los míos.

Parte de mi tristeza se había agravado cuando murió mi gato Dionisio, pero no sabía si se lo contaría.Y le diría que estaba leyendo el libro que me recomendó y la fotocopia que le sobró de aquella materia.

Entonces pasaron un día, dos días. Cada vez que agarraba el teléfono, confiada en mí, de pronto sufría palpitaciones y se me cortaba la voz, aún sin marcar ningún número. Finalmente, el viernes santo decidí llamar. Me sudaban las manos pero recé y me acomodé junto al tubo con un machete de temas sobre los que charlar y una birome.

El teléfono sonó sólo tres veces. Una voz masculina contestó. "¿Marcos?" dije, con voz temblorosa, ante el momento esperado. Él contestó "No, Marcos no vive más acá, se mudó."

domingo, 13 de julio de 2008

Uno de los mejores cuentos de la historia

EL CRIADO DEL RICO MERCADER. LAS MIL Y UNA NOCHES.
Erase una vez, en la ciudad de Bagdad, un criado que servía a un rico mercader.
Un día, muy de mañana, el criado, se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas las demás, porque esa mañana vio allí a la Muerte, y la Muerte le hizo un gesto.
Aterrado, el criado volvió a la casa del mercader.
-Amo- le dijo-, dejame el caballo mas veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad, esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahan.
-Pero, ¿porque quieres huir?.
-Porque he visto a la muerte en el mercado, y me ha hecho un gesto de amenaza.
El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo, y el criado partió con la esperanza de estar esa noche en Ispahan.

Por la tarde, el propio mercader fue al mercado y, como le había sucedido antes al criado tambien él vio a la Muerte.
-Muerte-, le dijo acercandose a ella-, ¿porque le hiciste un gesto de amenaza a mi criado?.
-¿Un gesto de amenaza? No, no ha sido un gesto de amenaza, sino de asombro. Me he sorprendido de verlo aqui, tan lejos de Ispahan, porque esta noche debo llevarme en Ispahan a tu criado.