sábado, 11 de octubre de 2008

Las especies perdidas / Ana Pérez Cañamares

Un hombre sensato y familiar como Noé no podía entenderlo.
Aquellos animales le decían que no querían subir al arca porque no estaban dispuestos a un matrimonio de conveniencia por salvar la piel. Que amaban más su soltería, le decían.
No pudo hacer nada por convencerles. Desde la cubierta del arca les veía ahogarse, animales de todos los tamaños y pelajes. Le resultaba una visión tan insoportablemente triste y desesperanzada que comenzó a pensar que aquella actitud era en realidad un sacrificio, y que se debía con toda seguridad a una mitificación del amor. Aquellos animales, imaginó Noé, morían soñando con su pareja ideal, ésa que ya nunca tendría oportunidad de amarles, y que quizás se ahogaba también unas cuantas olas pasado el horizonte.
Se lo contó tan bien a sí mismo que acabó por envidiarles.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho y tu blog también