Cleo lo levantó y allí la esperaban los alacranes ensartados en unas brochetas envueltas en aquel papel grasiento. Su amiga los había comprado para acallar sus estómagos que daban sus primeros avisos a esas horas de la mañana.
Estaban en el bullicioso mercado chino de calles repletas de tenderetes que ofrecían a los inquietos paseantes, objetos y alimentos de lo más variado que diera al lugar un colorido espectacular. Cleo se sentía aturdida con tanto ruido.
De un triste restaurante por el que pasaron, salían unos olores que terminaron por convencerlas de comer algo Cleo esperó a su amiga Chinhengkuo sentada en aquella desvencijada mesa para dos. No quiso ser grosera y contuvo estoicamente el asco que le producían aquellos repelentes bichos. Podría ofender a su amiga Chinhengkuo que le ofreció aquellas brochetas como un delicioso manjar. Después de todo, a ella le encantaba tomar caracoles, acompañados de una cerveza bien fresquita. Siempre que su trabajo se lo permitía bajaba desde Madrid al Sur, a comerlos en compañía de unos amigos; y tan bichos son caracoles como los alacranes. Chinhengkuo llegó satisfecha con su paquetito de comida y unos refrescos, lo dejó todo sobre la mesa. Cleo resignada ante aquella situación, sonrió a su amiga que la miraba expectante. Con los ojos cerrados intentó imaginar que comía un pescaíto frito o unas gambas o algo que le gustase; lo introdujo en su boca y sintió el crujir del alacrán entre sus dientes. Abrió los ojos y sonriendo dijo: “Delicioso”
Estaban en el bullicioso mercado chino de calles repletas de tenderetes que ofrecían a los inquietos paseantes, objetos y alimentos de lo más variado que diera al lugar un colorido espectacular. Cleo se sentía aturdida con tanto ruido.
De un triste restaurante por el que pasaron, salían unos olores que terminaron por convencerlas de comer algo Cleo esperó a su amiga Chinhengkuo sentada en aquella desvencijada mesa para dos. No quiso ser grosera y contuvo estoicamente el asco que le producían aquellos repelentes bichos. Podría ofender a su amiga Chinhengkuo que le ofreció aquellas brochetas como un delicioso manjar. Después de todo, a ella le encantaba tomar caracoles, acompañados de una cerveza bien fresquita. Siempre que su trabajo se lo permitía bajaba desde Madrid al Sur, a comerlos en compañía de unos amigos; y tan bichos son caracoles como los alacranes. Chinhengkuo llegó satisfecha con su paquetito de comida y unos refrescos, lo dejó todo sobre la mesa. Cleo resignada ante aquella situación, sonrió a su amiga que la miraba expectante. Con los ojos cerrados intentó imaginar que comía un pescaíto frito o unas gambas o algo que le gustase; lo introdujo en su boca y sintió el crujir del alacrán entre sus dientes. Abrió los ojos y sonriendo dijo: “Delicioso”
6 comentarios:
He oído el crujir de tus alacranes...
al menos es un cuento que desconcierta.
Me ha gustado.
Hola Reyes.
Gracias por tu comentario.
Un saludo
Me encanta Oriente y me encanta tu cuento.
Jose
Gracias por tu comentario.
Me alegra que te guste.
Un saludo
es muy bueno
un saludo
Gracias Magenta por leerlo y hacer tu comentario
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