lunes, 29 de diciembre de 2008

El ángel de la guarda / Mita Ruiz

Los días transcurrían lentos, suaves, como si nunca acabasen. Envueltos por ella, con sus ojos azules, su pelo claro y sus recuerdos de antojos de chocolate del embarazo. Le contaba mi día sin parar. Había estado en casa de Enrique, el más culto y relajado de la familia, pensé que él me entendería. Porque me había sucedido algo incomprensible cuando estaba recogiendo las hojas de malva. Apareció una vaca, gigantesca, y me lanzó los cuernos. Le relataba a Enrique, sonriente y paciente, que no comprendía por qué la vaca me lanzaba los cuernos, ni siquiera me había acercado a ella, fue ella la que vino hasta mi escondite. Sucedían a lo largo del día cosas increíbles. Como aquel día, cuando ella estaba peinando mi melena larga con trenzas enlazadas encima de la cabeza o coleta de caballo, tuve que gritar. Qué idea más rara tenía de dejar el pelo hasta la cintura, era un martirio eso. Había unos hombres arreglando los adoquines de la calle. Pensé que hablaba en voz alta para que la oyeran ellos, sus cómplices. Se lo dije sin titubear: ¡No llames a tus cómplices! Una risa inundó el patio de buganvillas.Ya no podía tumbarme en las baldosas del suelo, porque había llegado el señor otoño, y las puertas -siempre abiertas- estaban cerradas. La lentitud de los días de lluvia hasta la hora de dormir cuando llegaba la dulce compañía.
Dulce Compañía: En unos minutos entrarás en otro mundo. ¿Qué deseas para hoy?
Niña: Deseo un traje como ese de esta foto.

lunes, 22 de diciembre de 2008

¿Tienes miedo? / Ninive

No sigas leyendo.
Estoy rastreando tu dirección...
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Ya se donde vives. Puedo seguirte. Tienes pocas opciones de escapar.
A partir de ahora mira siempre tras de ti. Te avisé.
Ahora... estoy esperando...

viernes, 19 de diciembre de 2008

Aunque no llueva / Saray Pavón Márquez

Sólo hay un punto anaranjado y, a veces, el destello se expande por el cenicero. Noto como me voy consumiendo con el cigarro. Despacio. Alargo las caladas como si estuviese saboreando algún dulce, pero sé que me voy envenenando. Cuando lo acabo voy al cuarto de baño. Enciendo la luz, me lavo los dientes y las manos para eliminar los restos que me delatan, para intentar no sentir que vuelvo a fumar. Me miro en el espejo un instante y me doy cuenta de que llevo la camiseta al revés.
Son las 3 y media de la mañana. Todos duermen y yo pienso en ti. Me pongo alguna canción, tomo café, miro algunas páginas web y, de nuevo, vuelves a estar en mi mente. Pero ya no hay no-tiempos, ni ruido. Las galletas se han caducado y mi voz no suena igual. Se que hay cosas que no son para siempre y, entre ellas, los "te quieros".
Me levanto a rellenar la taza, luego me siento frente a mi ordenador y hoy llueve aunque no llueva.

Globo / Gonzalo del Rosario

La niña pequeña caminaba con su madre cuando el globo voló. Desesperada fue tras él entre la mirada indiferente y la risa transeúnte.
Una estatua humana perdió el equilibrio, sin embargo, fiel a su consigna, no se movió, la niña corría. Los militantes vociferantes en la puerta del partido ni se inmutaron, la niña gritaba. Los pordioseros solo existían al sentir monedas, la niña clamaba.
Un grupo de jóvenes salían sonrientes de un templo, al verla cruzando la pista, si bien los carros no le hicieron daño, aunque estuvieron cerca del infarto materno, solo atinaron a persignarse.
Al final, cayó en manos de otro niño, tan bonito como ella, éste le sonrió y procedió a entregárselo, su padre le hizo una venia y cuando estiraba las manos, el niño lo reventó. Carcajeándose siguieron caminando.
Ahora la niña comprendía lo que significaba salir de casa.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Alicia / Elle Z

Una brocha llena de pintura blanca se desliza delicadamente sobre la uña, son tres pasadas para dar el acabado final a un trabajo de varias horas. El bote de cristal aparece sobre la mesa de noche donde una taza de porcelana fina, en compañía de una cuchara, aguarda al encargado de la limpieza para sentir las manos deslizándose sobre su cuerpo, con ayuda de un jabón suave; espera ansiosa que no pase mucho tiempo para su siguiente encuentro y ya imagina ser llenada de nuevo con ese líquido caliente, anhela unos labios tibios más que nada. Pero, el silencio impera. Una mano perfectamente hidratada se extiende contra el fondo de una habitación con pocos muebles y paredes bicolor: morado y amarillo. Hay un ligero soplido con aliento a té recién hecho que le insinúa al esmalte la necesidad de secarse inmediatamente. El aroma del cuarto no deja ninguna duda: adentro permanece una mujer.La puerta emite un chillido que se extiende por un par de segundos y asoma una mano de infante, un retazo de rostro y la mitad de una boina café recién lavada. Desde su sofá color vino, ella voltea sin asomo de emoción en sus facciones. —Madre, debemos irnos, ya es tarde.Ella asiente. Se pone de pie y empuja la mesa. Su descuido asesina a la taza buscadora de sueños antes de que vuelva a recibir otro atrevido beso. La besan, la acarician y la aman por su interior, pero luego, la hacen pedazos en el piso de una alfombra cara. La mujer llega a la puerta y toma la perilla con la mano derecha,sin preocuparse por sus acciones, la gira y sale. Un empujón más y el cuarto se convierte de nuevo en un vacío silencio.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Problema resuelto / Manuel Jesús Curiel

Querido diario:Soy maricón. Así, con las siete letras. Higinio: maestro y maricón. Por tres, veintiuna. A gramo por letra, obtenemos los veintiún gramos que separan al vivo del muerto. Quítenme el maricón, el maestro y el Higinio y el resto es la solución al problema: un conjunto vacío y desmembrado de escoria sin remedio.