Entró por la ventana y dio enseguida varias pasadas rasantes de reconocimiento hasta subir a la lámpara para coger altura y tras haber decidido el objetivo, lanzarse, adiós mari loli, amor mío, hacia la mesa número siete donde Marcelo Bustamante, solterón y viajante de comercio, sorbía melancólicamente, acordándose de una lánguida novieta de juventud, el plato de sopa donde el moscón despechado hizo chof mientras al susodicho señor, absorto en sus cándidas rememoraciones, le supo de pronto la vida y sobre todo el caldo de la cuchara, a mundo cruel.
6 comentarios:
Un relato original y gracioso en el que haces un paralelismo entre el moscón y el viajante.
Me ha gustado leerte.
Un saludo
Es muy bueno tu relato, me gusta esa imagen del tipo sorbiendo el moscon en la cuchara y dandole sabor...a la vida. Gracies!
Le podrías dedicar el cuento a esos defensores de la frase corta, que incluyen un punto y seguido cada dos palabras, sin saber muy bien por qué. Este es un ejemplo claro de que las frases largas, si están bien escritas y transmiten un contenido rico y sutilmente irónico, pueden ser geniales.
Es bonito. Dan ganas de subir esa escalera y abrazar al tipo, achucharlo como un peluche, caray.
Lindo y corto, eso lo hace interesante y legible.
Juega muy bien con los elementos, de modo que uno no siente la diferencia entre el hombre y el mosquito
Muy bueno el cuento.
Kris
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