viernes, 28 de noviembre de 2008

Circunstancias / Agustín Sánchez

pepito grillo lo tenía todo bien planeado. había hecho siempre lo que debía hacer, de la forma más correcta posible. había aprendido a batir sus alas, había aprendido cómo lo hacían los demás y cuando no le salía bien el tono, no le importaba copiar al resto para aprender su modelo. pepito era un grillo aplicado, sin duda, y su sueño era batir sus alas de forma diferente. pero cuando comenzó a moverse por el mundo, supo que había olvidado un detalle muy importante: las circunstancias. no tuvo en cuenta el dinero, el tiempo, el espacio, la naturaleza, la enfermedad, el dolor, la muerte, el cariño y su ausencia, no sabía que todo lo que le rodeaba, por muy bien que hubiese aprendido la lección, podría dar al traste con sus ilusiones. el día que supo de la música de Mozart o Bach, de las artes y ciencias humanas, o de la constancia de las hormigas, el día que supo que él no era más que un mísero grillo, dejó de batir sus alas. y empezó a pensar y a pensar... un día y otro y otro... hablaba contínuamente con su conciencia. así nació la imagen de pepito grillo........
CIRCUNSTANCIA:(Del lat. circumstantĭa, circum-stantia, lo que está alrededor).
1. f. Accidente de tiempo, lugar, modo, etc., que está unido a la sustancia de algún hecho o dicho.
2. f. Calidad o requisito.
3. f. Conjunto de lo que está en torno a alguien; el mundo en cuanto mundo de alguien.

martes, 25 de noviembre de 2008

Belén se marcha / Pandora

Belén estaba muy enferma. Había luchado con mucha fuerza para ganar la batalla pero cada vez perdía más terreno y el final se acercaba pausada pero constantemente. Sin embargo, los ojos de Belén seguían transmitiendo alegría, tenían una luz especial que hacía que los que la miraban no la compadecieran sino que la admiraran. Era sorprendente la fortaleza de esta mujer. Es duro entender que uno va a morirse en poco tiempo, que te quedan meses, semanas, tal vez solo días... Es duro ser consciente de que dejas muchas cosas, de que hay personas que te necesitarían más tiempo, que sin ti se sienten desamparadas pero tú no puedes hacer nada... Es muy duro saber que vas a cerrar los ojos para dormir unos minutos y que quizá ya no despiertes. ¿Qué se sentirá cuando se tiene la muerte tan cerca? ¿Miedo? ¿Curiosidad? ¿Pánico?Los ojos de Belén miran, observan, se detienen en las caras que van a visitarla. Belén pregunta, se interesa, quiere saber qué tal está fulanito, qué hace menganito... Nadie sabe qué pasa por su cabeza pero ella irradia una luz especial. Sus ojos curiosos sonríen, como quitándole importancia a lo que ocurre, como si no fuera a pasar nada y después de la estancia cada vez más larga en el hospital, Belén fuera a marcharse a su casa y a seguir con su vida de antes. Sabemos que no es así, el final se acerca y no puede hacerse nada. Sin embargo, ella sonríe, hace bromas, no ha perdido las ganas de vivir. Fue duro mirar a los ojos a una persona así, tan valiente, tan sonriente... Dentro de mí la idea de que la muerte estaba cerca no se iba y la miraba, y no podía creérmelo... Quizá lo más duro de ver a Belén, de mirarla, escucharla y observarla no fue que ella pareciera enferma, que estuviera estropeada, triste o desesperada... Lo peor de ver a Belén fue que mientras ella era transmitía tanta luz y ganas de vivir todo fuera falso y el tiempo corre en su contra acercando cada vez el inevitable final.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Un ambiente dominical / Patricio Pacios

Mira el reloj. Toma más té y se acomoda en el asiento. Ahora reposa la vista en la ventana, en su marco rectangular, en su ordinario marrón que no le impide olvidar que eso es un color y no una mera coincidencia de todos los días. Va jugando con los objetos que ve fuera, los descompone en partes iguales y forma números impares con ellos. Luego los une de manera arbitraria para mantenerlos en distintas posiciones (excepto vertical) que no lo convencen. Prueba otras variantes. Mira el reloj. Toma más té y luego bosteza. Hace un pequeño intento para encender la minúscula radio, pero lo deshecha y prefiere rascarse la oreja. Escucha el sonido de los autos al pasar y los va construyendo en su mente en forma instantánea; les pone color (el rojo es el predilecto), conductor, ruedas y los echa a andar con tal suavidad que no parecen moverse, hasta parecería ridículo que algo así fuera capaz de movimiento. Los deja pasear por sus infinitas extensiones hasta que los pierde, los olvida. Mira el reloj. Toma más té y come una galleta. Recuerda al almacenero que se las vendió: un hombre grande de largos brazos y cara escrutadora, con ojos artificiales y el pelo acomodado pero no limpio. Recuerda el precio. Lo compara con el de otras galletas y a veces lo cree demasiado elevado, otras no tanto; hace comparaciones de sabor y forma (lo más importante); también examina el paquete y lo cree apropiado, digno. Es azul en su mayoría, tiene algunos ejemplares estampados en un aparente desorden, algunos signos ilegibles, el contenido neto y el nombre de las galletas. Mira el reloj. Toma más té y mira la taza. La ve vieja y descolorida. La siente ajena. La pierde y comienza a jugar con la cuchara. Traza círculos imaginarios sobre el mantel de plástico, simula colorearlos con simulada destreza, luego los abarca a todos dentro de un círculo mayor y a este, a su vez, lo encuadra con fuerza, como evitando que se escape (como si pudiera hacerlo). Se detiene. Ahora se ve reflejado en la ondulación del utensilio que le parece estúpida, irreal. Se ignora a sí mismo y busca con ella los muebles, los cuadros, las fotos, los espejos, los libros. El reflejo lo aturde y lo evita. Mira el reloj (la hora exacta). Toma más té (el trago justo) y cierra los ojos. La mano no resiste y deja caer la taza que no se rompe, que acompaña en el silbido de la caída al bulto que se desparrama como en un charco de agua. La silla sigue sin moverse. Se oyen apenas las agujas del reloj.
Patricio_pacios@hotmail.com

domingo, 9 de noviembre de 2008

Banzai / Domingo López

Entró por la ventana y dio enseguida varias pasadas rasantes de reconocimiento hasta subir a la lámpara para coger altura y tras haber decidido el objetivo, lanzarse, adiós mari loli, amor mío, hacia la mesa número siete donde Marcelo Bustamante, solterón y viajante de comercio, sorbía melancólicamente, acordándose de una lánguida novieta de juventud, el plato de sopa donde el moscón despechado hizo chof mientras al susodicho señor, absorto en sus cándidas rememoraciones, le supo de pronto la vida y sobre todo el caldo de la cuchara, a mundo cruel.

jueves, 6 de noviembre de 2008

¿Una tapita de alacranes? / Esperanza Rubio

Cleo lo levantó y allí la esperaban los alacranes ensartados en unas brochetas envueltas en aquel papel grasiento. Su amiga los había comprado para acallar sus estómagos que daban sus primeros avisos a esas horas de la mañana.
Estaban en el bullicioso mercado chino de calles repletas de tenderetes que ofrecían a los inquietos paseantes, objetos y alimentos de lo más variado que diera al lugar un colorido espectacular. Cleo se sentía aturdida con tanto ruido.
De un triste restaurante por el que pasaron, salían unos olores que terminaron por convencerlas de comer algo Cleo esperó a su amiga Chinhengkuo sentada en aquella desvencijada mesa para dos. No quiso ser grosera y contuvo estoicamente el asco que le producían aquellos repelentes bichos. Podría ofender a su amiga Chinhengkuo que le ofreció aquellas brochetas como un delicioso manjar. Después de todo, a ella le encantaba tomar caracoles, acompañados de una cerveza bien fresquita. Siempre que su trabajo se lo permitía bajaba desde Madrid al Sur, a comerlos en compañía de unos amigos; y tan bichos son caracoles como los alacranes. Chinhengkuo llegó satisfecha con su paquetito de comida y unos refrescos, lo dejó todo sobre la mesa. Cleo resignada ante aquella situación, sonrió a su amiga que la miraba expectante. Con los ojos cerrados intentó imaginar que comía un pescaíto frito o unas gambas o algo que le gustase; lo introdujo en su boca y sintió el crujir del alacrán entre sus dientes. Abrió los ojos y sonriendo dijo: “Delicioso”

lunes, 3 de noviembre de 2008

Caronte / José Lázaro

No sabía que era su último viaje.
Al montar en la barca, preguntó al barquero su nombre...
-Caronte- respondió sonriendo.

Malentendido / Reyes Vaccaro

La lavadora le dijo al frigorífico; ¿"Por qué eres tan frío ?"
Él se quedó blanco y sólo respondió ; "Tú le das demasiadas vueltas a las cosas ".
La lavadorita, disgustada, no volvió a dirigirle la palabra.
Y todavía hoy, siguen sin hablarse , aunque ambos se alimentan del mismo enchufe.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Poniendo toda la carne en el asador / Curro

Si me preguntaran ¿en qué momento de tu vida te has sentido realmente querido?, sin duda, recordaría este:
Cogí el autobús, iba camino de Plaza Nueva (donde están los Juzgados en Granada) porque tenía un juicio sobre una división de una parcela. Cuando voy a Juicio me gusta ir “solo”, metido en mi mundo y a ser posible sin que nadie me hable. Bien, pues yo ese día en el autobús tenía, precisamente, esa cara … la de “estoy en mi mundo y así quiero seguir, no os acerquéis a mi …”
Acababa de comenzar el recorrido e iba vacío, solo dos ó tres asientos ocupados… En la siguiente parada a la que cogí pasó lo que pasó, paró el conductor y subieron 4 personas … y aquí empieza mi grato recuerdo (se me vino, no sé porque, aquella epístola del Cantar de los Cantares a la cabeza … “aquí llega mi amada, saltando por los caminos … brincando por los collados …, es mi amada un cervatillo, es mi amada un gamo … “). Bien, como apuntaba, estaba plácidamente sentado casi al final y estaba casi vacío, coño, había infinitos sitios libre (es decir, por doquier) ... el asiento que tenía a mi izquierda desnudo, dotado de toda la hermosura, terso, reluciente … De repente, a lo lejos una señora - morrocotuda en sus dimensiones, una descomunal concurrencia de carne, era como una muchedumbre de mórbidas abrazadas … - se quedó mirando a su alrededor moviendo incesantemente los ojos – como si fuera a cruzar la calle – cuando al fin - … ¡ oh maleficio, oh que guarra! ….- los detuvo en mí… Debió pensar: ¡mira que cara de bienhechor tiene ese chico (creo que provoco ese efecto cuando voy con el traje) si parece que viene de tomar la comunión! … Joder, medité, viene hacia aquí… Nuestras miradas se cruzaron… ella pensaba: ¡que cara de misericordia tiene este chico, creo que voy a tener que asir mis nalgas y, haciendo de ellas un sayo, anidarlas a su lado!, …. mientras mi parecer distaba del suyo y así rezaba en mi interior: ¿Esto que pollas es, el puto autobús vacío y viene la marrana ésta a perturbar mi paz (interior)?
Los segundos se sucedían perezosamente, mi respiración además emprendía a quejarse, mi espíritu estaba perdiendo su mansedumbre, se avecinaba un aciago momento, sentía – mientras se acercaba – como mi ser empequeñecía, su presencia era terrorífica, cuasi-demoniaca,… mi cabeza perdía su tamaño – iba pareciéndose cada vez más a la del paciente que espera en la sala del hospital de la película de bitelchus – al tiempo que sus carnes se jactaban en pos de su sabida supremacía …
Y, llegó el momento… me miró fijamente, desafiante, sus mejillas aterciopeladas y de tonalidad rosácea brillaban cual posadera de mandril …. Y me dijo: “échate a un lado” (una frase corta pero que intuía podía encerrar diversos significados …). Pensé: si trememunda masa quiere que me eche a un lado ... puede que me tenga que tirar del autobús por una ventanilla … no era algo fácil lo que me pedía, entrañaba su riesgo ….
Para que pudiera pasar, el que yo me tuviera que “echar a un lado” era una invitación a que me fuese a tomar por culo... pero, bien lejos
Como pudimos, maniobramos, mi carrillo aplastado cual prosélito de baja calaña en época feudal, mi nariz humillada contra la ventanilla de enfrente de nuestro lado de los asientos, mi vida a su merced, mientras su enorme retaguardia iba colonizando el asiento, reduciendo al silencio todo lo que encontraba a su paso …
Lo mejor vino al final, nunca se me olvidará la máxima que tuve el grato placer de escuchar (¡oh, placer inmenso!) aquel día a tan cruento ser … y, dibujando una sonrisa, alcanzando el clímax de la sapiencia, dijo así: “Afú!! que chiquitillos hacen ahora los autobuses … “
Y colorín colorado ....